Como evidencias de esta persistente existencia de procesos de sexualidad de la división social y técnica del trabajo merecen destacarse: mujeres al trabajo doméstico no remunerado, su menor tasa de actividad laboral, la existencia de ocupaciones masculinas y femeninas, la distribución diferente de varones y mujeres que se identifican y caracterizan de actividad, por tipo y tamaño de las empresas, y dentro de ellas por determinados procesos de trabajo, por secciones, puestos y calificaciones laborales.
No obstante ello, cualquier enfoque de la división sexual del trabajo se empieza en la descripción de los comportamientos laborales alguna diferencia entre varones y mujeres, que explicarían la segregación femenina y su resultante. en este sentido existen
enfoque que al explicar la división sexual del trabajo por factores innatos tales como, la capacidad biológica de procrear, o por las diferencias de aptitudes, preferencias laborales y capacidades que resultan en una fuerza de trabajo femenina que no se adapta a las características que demanda el mercado de trabajo, terminan “naturalizando“ el fenómeno.
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